Yo nunca he querido
vivir 100 años, ni mucho menos. A medida pasa el tiempo es normal ponerse a
pensar en las vicisitudes de la vida: atorarse en la rutina, los sueños sin
cumplir y el abuso de las dulces mieles que la misma nos brinda. Pensar en todo
el tiempo que pasa y que no se aprovecha. Los viejos nos dicen que no
aprovechamos el tiempo y que las generaciones de ahora se dedican más a las
actividades lúdicas que a las cosas importantes más nunca nos dicen cuáles son
las cosas importantes. El trabajo y los estudios todos se dirigen al fin de
ganar dinero para sostener a nuestras familias, a vivir cómodamente y a pensar en un futuro incierto, incierto
porque no sabemos si llegara y el futuro pues no depara nada realmente porque
no es más que una ilusión, una ilusión plagada de ideas de cosas mejores para
un tiempo que puede nunca se concreten.
¿Entonces cual es el
punto de pensar en el futuro, cual es el punto de soñar? Ciertamente vivir
pensando en que nada pasara y que solo el ahora importa puede resultar tanto
triste como emocionante. Triste porque puede que el ahora no sea exactamente lo
que deseamos, puede que nos atoremos en que la vida no nos brinda sino golpe
tras golpe, cual Canelo peleando contra Mayweather, y la verdad es que pensar
que las actuales condiciones si es el caso sean insuperables deprime hasta
cierto punto. Emocionante porque puede que esta condición nos incite a lanzarnos
a la deriva sin pensarlo dos veces para obtener resultados deseables o en
ocasiones impensables; viviendo al filo del peligro cada día de nuestras vidas sintiendo
que el tiempo se acaba pues hasta cierto punto lo hace y de manera estrepitosa.
¿Pero quién puede decir que estas dos ideas no pueden juntarse para darnos
resultados mágicos?
La idea de que el
futuro está muy lejos deprime a cualquiera y si no vivimos de manera apropiada
puede que hasta que esté muy cerca se vuelva una tortura. ¿Pero entonces cómo
vivir? Simplemente, viviendo sin miedo. El miedo nos frena y no solo el miedo a
escoger sabiamente en momentos importantes, el miedo nos frena hasta en cosas
triviales. Ya sea escogiendo una nueva ruta al trabajo o la universidad o
escogiendo que soda pedir en un restaurante, el miedo nos cohíbe de tantas
maneras que inclusive vivir sin él, nos atemoriza. La idea de vivir corriendo
por el mundo cometiendo locuras como saltar de montañas o escalando ruinas
suena como algo que solo los locos y ricos pueden realizar puesto que pueden “costearlo”,
pero a mi parecer el momento de cometer locuras aunque sea pequeñas nunca es
tarde. ¿Qué si le digo a la tipa que me gusta que me encanta y me rechaza? Pues
en esta vida el fracaso es inminente en todo momento. ¿Qué si no me gusta la
comida que pedí en el restaurante nuevo que decidí probar hoy? Pues la decepción no es algo que se pueda evitar
de manera cotidiana.
La vida se resume en
tomar riesgos y en saber sufrirlos. Sufrir es parte de esta vida y ya que solo
es una, inclusive mientras se sufre se debe gozar. No debemos dejar que el
miedo nos domine y que condicione nuestras elecciones. Pensar en el futuro es
cosa de gente aburrida y pensar solamente en el presente es cosa de locos.
Entonces no pensemos en el tiempo y pensemos en resultados. Los riesgos y las
decisiones que hoy tomemos puede que nos persiga el resto de nuestra vida pero
si igual vamos a morir ¿Qué más da? Es
el momento de rehusarse a decir que no y vivir la vida pensando en el sí. Pues
que la tipa me dijo que no, en algún momento alguien me dirá que sí. Que si la
comida no fue de mi agrado, pues hay más cosas que podría pedir. Detrás de cada
no y de cada decepción hay un si escondido, una alegría que quiere ser expuesta
y queda a nuestra merced descubrirla. Vivir
con miedo es apenas vivir y vivir sin él es apenas morir. De una u otra manera
todos nos iremos así que no nos lo tomemos a mal, no somos tan importantes, no
es necesario que todo nos salga bien así que ante todo procuremos que si
alguien va a ser feliz con lo que hacemos, que seamos nosotros mismos.
Para cerrar les dejo una foto de un gato en traje